En un entorno más que mágico, entre caseríos, espectaculares laderas de viñedo, un bosque lleno de caminos salpicados de castaños, robles y hayas, situada a 300 metros de altitud, en un enclave que mira de cara al mar Cantábrico, se encuentra la bodega K5, «un paisaje en líquido». Un paraje privilegiado situado en la localidad guipuzcoana de Aia, desde el que se otea el ratón de Getaria y buena parte de nuestra costa guipuzcoana. ¿Sus propietarios? Un gran comunicador y conocidísimo cocinero con fundamento, Karlos Argiñano, y otros cuatro socios y amigos.

¡Lo que puede dar de sí una pequeña plantación en un caserío familiar! La de Argiñano, cada año daba unas poquitas uvas y con ellas elaboraba txakoli, un vino casero que no lo comercializaba sino que lo disfrutaba con su familia y amigos. “Hubo un año que recogió bastante cosecha y mi padre se emocionó muchísimo con el resultado del vino”, relata su hija, Amaia Argiñano, ingeniera industrial que cuenta con un Máster en Dirección de empresas vinícolas, y que desde hace dos años está al frente de K5.

En un txoko, alrededor de una buena mesa y entre risas, comienza todo. “En 2005, entre copa y copa, surgió la chispa:  “¿Por qué no hacemos nuestro propio vino?”, recuerda Amaia que dijeron los cinco amigos. Dicho y hecho. 

Guiños a lo montaña y a la pelota

Gracias a Abel Agirre, Julian Arruabarrena, Iñaki Burutxaga, Joanjo Landa y el propio Argiñano en 2005 nacieron los viñedos, en 2010 la bodega y la primera añada del K5, y en 2015 K Pilota. Todo está medido al milímetro y adquiere un sentido especial. La bodega, los productos y aquello que rodea a la marca K5 son pequeños gestos de admiración a “nuestro entorno y cultura”. “Nuestro paisaje en líquido”, como le gusta recordar a Amaia.

El edificio, de líneas sobrias, está “perfectamente integrado en el paisaje, es respetuoso con el medio ambiente e inteligente ya que aprovecha el desnivel del terreno para vinificar por gravedad”. Además, ¿sabíais que el nombre del txakoli K5 viene de la montaña K2 y se sustituyó el 2 por el número de socios? ¿Sabíais que K Pilota rinde homenaje a la pelota vasca?

“La idea fue hacer un vino de guarda de calidad que estuviera a la altura de la gastronomía de aquí, que fuera elaborado 100% con la variedad local de uva  hondarribi zuri”, explica Amaia, un objetivo con el que han roto barreras ya que al txakoli siempre le ha pesado la losa de que es un vino para consumir en el año. Y decimos que han roto prejuicios porque aquella añada del K5 en 2010 se sigue pudiendo disfrutar.

Es más: su madurez en botella le ha valido 92+ puntos Parker, situándolo como uno de los mejores vinos del mundo para el gurú de The Wine Advocate. “El vino más viejo ha sido el mejor valorado. En nuestro caso, evoluciona perfectamente en botella y se puede guardar durante años”, señala Amaia, quien además recuerda que la añada de 2014 ha recibido también 92 puntos Parker y la de 2017 tiene igual puntuación en una de las guías de referencia del vino español. 

Uva autóctona

Todo el equipo de K5 trabaja cada día para llevar un “txakoli excepcional” a todos los rincones del mundo: desde Japón o Australia hasta Estados Unidos o México pasando por países vecinos como Francia. De las 15 hectáreas de terreno repleto de esta uva autóctona salen los dos txakolis, K5 y K Pilota. El primero tiene al menos once meses de guarda en depósitos de acero sobre lías y el segundo, el más joven, un mínimo de cinco. “K5 se elabora a partir de uvas más maduras con un aroma a flores, mientras que el K Pilota es más cítrico”, señala Amaia. Uno y otro comparten la novedad de que se hacen en largas crianzas en lías “para suavizar la acidez propia del txakoli y ganar en estructura”.

Botelleros de madera maciza certificada para K5

A K5 les mueve el respeto por el entorno y  la sostenibilidad. “Aprovechamos las ventajas de los últimos avances tecnológicos en enología pero trabajamos de forma artesanal, con mínima intervención y sin uso de agentes externos a la uva”, afirma la gerente de la bodega. Y a Astigarraga Kit Line, que sabemos de montes, de bosques, de madera sostenible y que nos esmeramos también por cuidar el paisaje que nos rodea,  nos hace especial ilusión que estemos de alguna manera presentes en ese paisaje en líquido  que es K5. ¿Cómo? Con nuestros botelleros de madera maciza certificada.

Amaia buscaba crear una vinoteca dentro del almacén para guardar el txakoli y que fuera envejeciendo. Así hemos literalmente forrado una pared de siete metros, colocando dos filas paralelas, con 4 botelleros de la serie Rioja con capacidad para 169 botellas, y uno de Rioja con espacio para 78 botellas. De esta manera se ha logrado un doble fondo para almacenar el doble de botellas. En el “cementerio de los vinos” –como así se le llama- descansan todas las añadas de K5 y K Pilota desde 2010.

“Ha quedado perfecto, muy minimalista con la opción de que se puede ir añadiendo más módulos”, dice Amaia. Además, se ha creado un pequeño mostrador decorado con el botellero de pared Pixel, perfecto para mostrar tanto el txakoli como las copas.

botellero de madera PIXEL

Nosotros os hemos contado la historia de K5, pero es mejor vivirla in situ, pasear por sus viñedos, catar sus txakolis y sentir el aroma del Cantábrico. No os penséis que es una mera visita a una bodega. Acercarse a K5 implica descubrir su cultura, degustar su paisaje y vivir una experiencia gastronómica única que te transportará a sus raíces. En su página puedes concretar tu visita a la bodega